martes, 21 de diciembre de 2010

Pantoja (Toledo)

El nombre del pueblo es muy antiguo, más antiguo que el mismo pueblo.
Sucedió que en tiempo de griegos había un muchacho de familia pudiente al que todo se le encaprichaba y todo le apetecía, uno de esos de culo veo culo quiero. La vida al lado del mozo era un suplicio: quiero esto, quiero lo otro, quiero lo de más allá... y si no lo conseguía, berrinche que te crió a pesar de los treintaymuchos que ya calzaba.
Por eso un día sus padres decidieron fundar una villa en la que hubiera todo lo que este muchacho pudiera desear, cualquier cosa que se le pudiera antojar. Así pues, para cubrir cualquier cosa que se le antojara, es decir, todo antojo, nació este pueblo. Como todo en griego se dice Pan, pues al lugar se le llamó PanAntoja (todo-lo-que-se-le-antoja).
Así fue cómo nació PanAntoja, al gusto y capricho de aquel mozo griego. Con el paso de los años PanAntoja se amalgamó en una palabra más redonda y con menos rebote nasal: Pantoja. De aquel mozo caprichoso queda apenas el recuerdo, hoy el lugar es tierra hospitalaria, generosa y llena de buenas gentes amantes de los cuentos y el buen yantar.
Y por hoy vale.

jueves, 25 de noviembre de 2010

Tres Cantos (Madrid)

Sobre la toponimia de este pueblo hay poco escrito, eso siempre es una mala señal: o porque se cree haber dado con la clave o porque a nadie interesó el asunto. Hoy trataremos de incrementar en unas cuantas líneas los fondos toponímicos del lugar.
Dicen que el nombre del pueblo se debe a que en el lugar, y antes de los primeros pobladores, había tres enormes peñascos divisables desde bien lejos. Eso dicen. Pero si uno pasea por la ciudad no encontrará nada parecido a tres gigante piedras descollando sobre el skyline.
Otros afirman que sí, que son tres cantos, pero no enormes, sino que había sido un regalo de un rey a un súbdito, te daré, dijo el rey, tanta tierra como seas capaz de abarcar con tres cantos. El noble tiró tres piedras, una detrás de otra, y la extensión entre las tres piedras fue el lugar donde nació el pueblo. Pero esto parece más una leyenda que una certeza.
Hay eruditos que afirman (entre ellos Sandro Weltz) que el origen del nombre tiene que ver con los Tres Tenores, que anunciaron que cantarían en un campo yermo, dando la posición exacta en grados de latitud y longitud. La gente, ansiosa por escucharles cantar, fue reuniéndose en el lugar, pero como no llegaban pues se montaron unas tiendas de campaña, que luego fueron unas cabañas de madera, que luego fueron unas pequeñas construcciones de ladrillo, que acabaron por ser edificios y calles y parques... todo esto con el paso de los años. Y como el que espera no desespera, resultó que al final los Tres Tenores llegaron y echaron tres cantos y ya.
Pero por más que busco en las hemerotecas no hallo noticia ninguna sobre la presencia o ausencia de los tres tenores en el lugar. Así pues desechamos esta sabrosa toponimia.
Lo cierto es que el lugar se llama así porque se tarda en recorrerlo andando lo que duran tres cuentos, desde una punta a la otra, caminando, son tres cuentos justos. De ahí el nombre: Tres Cuentos, que con el paso de los años acabó en Tres Cantos porque había gente que hacía los cuentos cantados.
Si no lo creen no tienen más que ir al lugar y ponerse a andar y a contar.
Por hoy vale.

viernes, 5 de noviembre de 2010

Pozuelo (Albacete)

Hay un pueblo en Albacete que se llama Pozuelo.
Los eruditísimos y muy sabios dicen que es porque en el lugar había un pozo pequeñajo. Sería demasiado fácil.
La historia es muy otra.
El abuelo al morir se convirtió en pozo, un pozo del que manaba un agua fresquísima y muy sana. Al dicho pozo lo conocieron pronto como el pozo-abuelo, que con el paso de los años se amalgamó en pozobuelo > pozuelo.
Por hoy vale.

jueves, 21 de octubre de 2010

Villalpardo (Cuenca)

Este pueblo notable de la provincia de Cuenca tiene historias varias sobre el origen de su nombre.
Lo cierto es que son muchos los estudiosos que afirman que el pueblo tenía un cierto parecido al palacio real de El Pardo, y que por eso se denominó, desde un primer momento, Villa El Pardo. Pero qué quieren que les diga, yo he estado en El Pardo y en Villalpardo y no se parecen en nada, dónde va a parar: Villalpardo es mucho más bonito.
Otros estudioso, especialmente Sandro Weltz, aseguran que el nombre del pueblo es debido a que en sus alrededores se encontró una puerta que comunicaba directamente con los Infiernos (igual que la de San Patricio de la Irlanda medieval), y que debido a los humos y gases continuos los habitantes del lugar siempre tenían un cierto colorcillo pardo, por eso al pueblo se le denominó Villadepardos, que con el tiempo pasó a ser Villalpardo. Esta teoría es bastante inconsistente, de hecho si fuera cierta seguiría habiendo habitantes parduzcos, y yo, que repito que he ido al pueblo, no he visto a ninguno. Ni pardusomes, ni fumarolas ni puertas infernales. Es más, los habitantes del pueblo son tan poco diabólicos, tan poco cercanos al infierno, tan buenos (¡TAN BUENOS!) que tienen una historia al respecto (que recojo más abajo).
Lo cierto es que el nombre del pueblo está bastante claro para todo aquel que lo haya visitado. El origen de la toponimia es debido a la costumbre de todos sus habitantes de ir siempre en pareja, de ir en Bis, En Par, En Dos, así pues el nombre del lugar, originariamente, era BisParDos, que con el paso de los siglos se fue deturpando (tratando de comprenderlo) y evolucionó: BisParDos > VillParDos > Villapardos > Villalpardo.
Si visitan alguna vez el pueblo observen que todo el mundo va en pareja, no hay un solo habitante que camine o haga nada solo. Es un canto al binomio perpetuo.

LA HISTORIA SOBRE LOS BUENÍSIMOS HABITANTES DE VILLALPARDO

Dicen que en Villalpardo los niños y las niñas eran tan buenos que sus padres nunca tenían que regañarles. Se levantaban solos por las mañanas, preparaban sus desayunos, se vestían y lavaban y hacían sus camas y ordenaban sus cuartos antes de ir al colegio. Luego en la escuela todos los deberes estaban hechos, las lecciones aprendidas y la letra siempre limpia. En el recreo jugaban y nunca discutían ni se manchaban y en todo momento eran amables, educados y comprensivos. Era tanta la bondad de los niños y niñas de este pueblo que daba mucha grima. Por eso el alcalde y las asociaciones de vecinos decidieron mandar a los niños y niñas a otros pueblos para que vieran cómo era la infancia en otros lugares, y sobre todo para que aprendieran a ser un poco malos y se mancharan algo, y gritaran, y llevaran la cara sin lavar y los deberes sin hacer al menos un día. Pero los niños y niñas de Villalpardo, aunque recorrieron medio mundo tratando de aprender a ser malos, no lo consiguieron, volvieron a su pueblo, a sus casas, a sus calles, y seguían siendo buenísimos. Aun así a veces intentaban ser algo malos y de pronto se oía a un niño decirle a otro: ¡calabacín!, y entonces en el recreo se hacía un silencio grande, tenso, que enseguida se resolvía cuando el interpelado contestaba: ¡y tú merluzo! Y ya todos se quedaban muy tranquilos pues alguien había sido malo en el pueblo en ese día.

Y por hoy vale

martes, 28 de septiembre de 2010

Calahorra (La Rioja)

El nombre de Calahorra, dicen los geógrafos romanos Estrabón y Claudio Ptolomeo, proviene de los habitantes del lugar (antes de Roma, se entiende), llamados Kalakorikos, nombre a su vez tomado de la forma arcaica del canto del gallo, pues era este canto del gallo el que proferían los guerreros del lugar cuando avanzaban valientes contra el enemigo.
Lo cierto es que una vez ya romanizado el sitio pasó a llamarse Calagurris, a su vez forma arcaica del canto del gallo latino, según afirma en sus escritos el famoso calagurritano Quintiliano.
Menéndez Pidal y otros afirman que el nombre del lugar nada tiene que ver con el canto del gallo, sino que proviene de lenguas de sustrato vasco, y que podría significar: castillo del pueblo, altura roja, o una suma de ambas: castillo rojo que está en lo alto.
La cosa sin embargo es mucho más sencilla, el nombre del lugar proviene de cala y de horra, es decir, ensenada libre. O sea: lugar donde se podía pescar libremente.
Hasta que se inventaron los cotos, obviamente.
Por hoy vale.

martes, 29 de junio de 2010

Tobarra

La ciudad de Tobarra tiene su origen como tal cuando un miembro adelantado de la corte, amigo del rey, fue agasajado por éste. Me explico, el rey le dijo que en premio por sus destacados servicios le iba a regalar la administración de una villa del lugar que eligiera de las Españas. Este noble (cuyo nombre el tiempo ha olvidado) pidió fuera el lugar que hoy ocupa Tobarra y con un amplio término municipal (para que hubiera buenas tierras y lugares que disfrutar y administrar).
El rey, guasón por demás, le dijo que le daría tan amplio término municipal como pudiera barrer en 24 horas. El noble no se achantó.
El día señalado la Corte en pleno se preparó a ver el espectáculo. El noble barrendero, para no perder el ritmo del barrimiento llevó consigo un grupo de tambores que se lo marcaban. Al cabo del día el noble había barrido 324, 96 kilómetros cuadrados, ahí es nada.
Y ese es el término municipal del lugar, que no es chico.
El nombre, como habrá deducido el lector sabio, proviene de "todo lo que barra" >Toloquebarra > Tolobarra > Tobarra.
Y es también en esta historia donde se da explicación a la afición, tradición y magisterio del tambor en el lugar.
Por hoy vale.

domingo, 13 de junio de 2010

Erustes

Dicen quienes saben de esto que la toponimia de este pueblo proviene de una palabra vasca: irusta, trébol (iru: tres; osto: hojas). Aunque, seamos serios, quizás el sustrato indoeuropeo del término coincida con los vocablos vascos, pero decir que el origen está en una colonia vasca allí ubicada, raro parece.
Es como si Sandro Weltz afirmara que el nombre del lugar se debe a que allí era donde se reunía el dios griego Eros con sus amigos para tomar el té, o varios tés. Así: Eros-te > Erostes > Erustes... Pero a don Sandro no se le pasó por la cabeza esta idea (que si se le hubiera pasado la habría escrito seguro).
Lo cierto es que parece ser que en el lugar no había nada hasta que fue a vivir allí un famoso periodista estadounidense del New York Herald llamado Henry Stanley, famoso por haber encontrado al doctor Livingstone tras un accidentado periplo por el corazón de África.
Lo cierto es que tras la aventura que culminó con la archifamosa pregunta: "Eres usted el doctor Livingstone supongo" todo el mundo le hacía broma y fiesta con la incorrección gramatical del "Eres usted el doctor..." porque o "Es usted" o "Eres tú".
Así que harto de aguantar tanta guasa se retiró del mundanal ruido a este despejado lugar de la provincia de Toledo, y aun así no paraba de encontrar gente (pastores, agricultores, viajantes...) que le decían, "¡Mira, el de Eres usted!"
Y al lugar donde se instaló Stanley pronto se lo conoció como Eres usted, que con poco, ya se ve: Eres usted > Eresusted > Ereusté > Erustes.
Claro como el agua clara.
Y por hoy vale.

lunes, 7 de junio de 2010

Selas

Dicen que el nombre de este hermoso pueblo de la comarca del Señorío de Molina se debe a que antaño había allí muchos silos para almacenar grano: de silos a Selas un revolcón de vocales.
Gente más seria (pero no menos divertida) dice que Selas proviene del vasco Zelai, o del íbero Selai, que significa prados, campos. Porque en el lugar hay buenos campos y mejores prados.
Sin embargo es conveniente, una vez más, realizar el estudio sobre el terreno. Y yendo al lugar se puede observar que la solución es fácil de desentrañar.
Sucede que en el pueblo de Selas nace el río Mesa, uno de los dos ríos que nacen en la provincia de Guadalajara y cuyas aguas van a desembocar al Mediterráneo. Lo cierto es que este río se llama Mesa y en su paso por la provincia delineó una de las fronteras fortificadas con castillos durante la Reconquista.
Así pues como allí nacía el río Mesa, al lugar que acogía a ese río en su seno se le llamó Sillas (porque lo más conveniente para una mesa es tener unas buenas sillas a su alrededor; aunque también los hay que afirman que el nombre de Sillas le viene porque el pueblo es cómodo para habitar).
Lo cierto es que el pueblo fue llamado Sillas, y este nombre, con el paso de los años fue deturpándose hasta llegar al que hoy da nombre al pueblo: Sillas > Silas > Selas.
Un precioso pueblo: vayan a visitarlo.
Y por hoy vale.

Herencia

A veces las toponimias aparentemente más obvias esconden detrás una compleja complejidad. Este es, indudablemente, el caso de Herencia, en la provincia de Ciudad Real, que da bien para un engaño.
Así pues el indómito (o acaso insólito, o incluso solito) Sandro Weltz asegura que Herencia consigue su nombre al ser una aldea que la Orden de San Juan asume por herencia. Y se queda tan ancho.
La verdad es que detrás del nombre de este pueblo hay una bella historia. Allá vamos.
Había cerca de aquel lugar una hermosa, inteligente y amable dama que un día decidió casarse, y bueno, ya saben los lectores, lectoras, de este blog cómo solía ser antes esto de la selección de candidatos a marido. Una larga fila de pretendientes se agolpaba a las puertas de la casa de la bella dama, pero ella no terminaba de dar con el hombre adecuado: cuando uno era guapo le olía mal la boca, cuando otro era listo estaba lleno de manías, cuando a uno le gustaba pasear resulta que también estaba loco por la caza... en fin, que no terminaba de dar con el perfil que se le ajustara.
Y así fueron pasando los años y la joven hermosa pasó a ser una mujer madura y hermosa, y la fila de pretendientes seguía constante a su puerta. Y el adecuado sin aparecer. Y los años pasando. Y la mujer madura y hermosa pasó a ser una mujer mayor y hermosa, y la fila de pretendientes impertérrita llena de hombres que la pretendían.
Hasta que llegó un momento que la mujer protagonista de esta historia se vio muy mayor y pensó, "caramba, a este paso me muero soltera y entera", y decidió hacer algo resolutivo y definitivo, se quitó la dentadura postiza (que a estas alturas ya la llevaba usando desde hacía unos años) y la lanzó a lo lejos diciendo: "¡el que encuentre mis dientes se casa conmigo!"
Pasada la sorpresa inicial una caterva de candidatos salió en busca de la dentadura postiza. Al poco tiempo uno de ellos, de origen inglés, levantó la mano con media dentadura en ella y gritando "¡her encía!, ¡her encía!" (es decir, su encía, su encía, en un mixto anglohispano). Daba tan grandes voces que por todo el lugar se le oía exclamar su grito de júbilo "¡her encía!" Pero en ese momento otro pretendiente encontró la otra mitad de la dentadura y se inició la discusión, unos decían que el inglés, otros decían que el otro, otros que los dos, otros que ninguno. Para resolver la cuestión se quedaron en el lugar discutiendo pero no hallaban respuesta, así pues el tema se prolongó durante años, y mientras unos hablaban otros acomodaban el sitio para el discurrir de los días: vamos, que se construyeron casas y calles y plazas... y cuando se dieron cuenta allí había un pueblo y dieron en llamarlo HerEncía, por las grandes voces que el pretendiente inglés seguía dando como gran argumento para ser él quien se casara con la bella dama. Y de HerEncía a Herencia un masticar de dientes (postizos o no).
Y por hoy vale.

martes, 1 de junio de 2010

Pedro Muñoz

Me llega una carta electrónica (email) de Sandro Weltz sugiriendo que el nombre de este pueblo sea similar al de Miguel Esteban. Craso, crasísimo error. No se puede generalizar lo único ni repetir lo irrepetible.
Además el origen del nombre de Pedro Muñoz es claro y conocido. Se debe a un pleito que el arcediano Pedro Muñoz ganó al Arzobispo de Toledo, ahí es nada, en el siglo XIII (época en la que la Justicia era todavía más lenta que la de ahora. Y no tan justa).
No he de extenderme con este asunto que viene todo explicado maravillosamente aquí (véase epígrafe Edad Media).
Por hoy vale.

Miguel Esteban

Son pocos los datos que hay sobre el origen del nombre de este pueblo. Algunos hablan de un tal Miguel Estébanez, arcediano del lugar, pero nada sustancioso.
Hay quienes dicen que a la hora de nombrar la aldea, recién nacida, se dudaba de si tenía cara de Miguel o de Esteban, y finalmente le pusieron nombre compuesto y todos contentos. Como percibirá el inteligente lector, la lectora inteligente, esta sugerencia es mera tontería.
Hablan también de una duda a la hora de nombrar a aquél que fundó el pueblo, si era Miguel, si era Esteban. Y hala, de nuevo consenso: pues que sea Miguel Esteban.
Estas elucubraciones posteriores parecen sacadas del magín de Sandro Weltz, hagamos pues caso omiso de las mismas.
Lo cierto, muy cierto, es que el lugar tiene vestigios romanos, así sus orígenes son remotos pero nos pueden dar pista del asunto. Cuando la romana gente llegó al sitio, en vez de presentar batalla los habitantes de la aldea sugirieron un ayuntamiento de agrupación: que el jerifalte de los nativos (un tal Miguel) y el mandatario de los romanos (un tal Esteban) gobernaran juntos. A los romanos les pareció bien e hicieron la concesión. Y funcionó. La armonía se instaló en el lugar, el diálogo proliferó, los encuentros fueron muchos y mayores que los desencuentros. La villa floreció.
Visto lo visto los romanos exportaron este modo de conquista (integradora) a otros lugares. Y así fue como se hicieron (a la chita callando) los dueños del mundo (conocido), más o menos.
En recuerdo de aquel binomio fantástico el lugar tomó para sí el nombre de los dos primeros protagonistas de la historia local: Miguel y Esteban.
El nombre pues no viene de una duda (o Miguel o Esteban), sino de una certeza (Miguel Esteban) que fue progreso y florecimiento de la civilización toda.
Por hoy vale.

Madrigueras

Uno lee estudios referentes a los orígenes del nombre de este pueblo y se desmaya de obviedad y botaratismo. Dice (la respecto de la antedicha frase) Sandro Weltz que el nombre de este pueblo se debe a que en el lugar había muchas madrigueras. Qué raro (exclamo aquí entre estertores de desesperación) que no haya sugerido que los habitantes del lugar vivieran en madrigueras cual hobbits.
En fin, vayamos a lo serio.
Yo estuve en el lugar y paseé sus calles, me admiró la chiquillería jugando a canicas y las madres yendo a por los hijos a escuela en bicicleta: pueblo tan civilizado en pocos sitios he visto.
Digo que paseé sus calles y anduve por sus archivos apócrifos, por eso descubrí que hay quienes dicen que el origen del nombre se debe a su breve capitalidad. Me explico. Bien sabido es que Madrid fue fundada por su céntrica ubicación para ser cabeza del reino. Pues bien, el primer lugar donde Madrid fue ubicada es donde hoy está la villa que nos ocupa. Ahora bien, tras unos años de su creación se decidió refundar la ciudad en el lugar donde hoy está (me refiero a Madrid) y desde entonces este pueblo fue conocido como Madrid-eras (porque había sido Madrid y ya no lo era) y de Madrid-eras > Madrideras > Madrigueras... un paso lógico.
Si bien esta opción parece la más lícita, hay quienes dicen que el nombre de Madrigueras se debe a otro motivo distinto: al parecer el pueblo fue fundado entre un mar de higueras. Y por eso el lugar fue conocido como Mar de Higueras > Mardehigueras > Mardigueras > Madrigueras.
En fin, de las higueras hoy no queda ni una breva, pero el rumor de sus hojas suena en el nombre del lugar.
Por hoy vale.

martes, 4 de mayo de 2010

Landete

Mirar Mira

Cañete

Mirar Mira

Mira

La historia del nombre de tres pueblos (Mira, Cañete y Landete) está inextricablemente unida y por eso paso a desmadejarla (la historia del origen de los nombres) con un único ovillo, el de este post.
Sucedió que dos amigos iban por el monte paseando (no sé si conocen la zona, pero es hermosa como pocas en esta tierra y en esta Tierra) cuando uno de pronto se detuvo y gritó: ¡Mira!, insistiendo: ¡Mira! ¡Mira!
El otro amigo miró hacia donde le señalaba su acompañante y entonces vio una nave extraterrestre que ascendía desde la tierra (la Tierra) al Espacio Sideral, entonces el amigo exclamó: ¡Coño, ET!
Y a partir de esta anécdota tan conocida y querida por todos los ufólogos del mundo se da explicación al nombre de los tres pueblos. A saber:
-Donde estaba el que gritaba ¡Mira! se fundó el pueblo que hoy lleva su nombre: Mira
-Donde estaba el que exclamó ¡Coño, ET!, se fundó el pueblo que recogió esa expresión: Coñoete que derivó en Cañete con un par de traspiés y siglos.
-El lugar donde se supone que aterrizó la nave extraterrestre fue llamado por los ufólogos usamericanos Land-ET, que significa Tierra de Extraterrestres, y allí fue fundado otro pueblo que asumió el nombre de LandET que, al castellanizarlo pasó a ser Landete.
Y por hoy, vale.

martes, 13 de abril de 2010

Pulgar

El origen del nombre de esta villa (cuna del insigne Hernando del Pulgar) se remonta a la reconquista de Toledo por parte de Alfonso VI. La villa quedó conquistada pero los alrededores seguían siendo tierra de escaramuza y arranque entre musulmanes y cristianos. Fue por eso que las cabezas pensantes de la Corte decidieron fortificar los alrededores de Toledo, y no sabiendo cómo hacerlo pidieron consejo a los sabios del lugar. Uno de ellos (cuyo nombre se ha perdido, lamentablemente) puso su mano sobre el mapa, tapando la ciudad de Toledo con la palma de la mano y señalando en la punta de cada dedo el lugar donde había que construir una pequeña fortificación, fue así como se edificaron cinco pequeños castillos denominados, por lo gracioso de su origen: Meñique, Anular, Corazón, Índice y Pulgar.
De aquellas fortificaciones la que perduró por su importancia fue la de Pulgar, a cuyo alrededor floreció un pequeño pueblo que tomó, del castillo, su nombre. Y así hasta hoy.
Y por hoy vale.

Solanillos del Extremo

Estaba yo preparado para hablar de otra toponimia en A vivir que son dos días Castilla La Mancha, cuando don Juan me habló de un coleccionista de topónimos raros que había iniciado su colección con el nombre de un pueblo de Guadalajara llamado Solanillos del Extremo, me preguntó si conocía el origen de este nombre y, evidentemente, dije que sí.
Aquí va:
Hace ya unos años, muchos, que este pueblo languidecía y tras una lluvia de ideas decidieron poner en marcha una propuesta interesante: crear un objeto que se pusiera de moda y tuviera mucha demanda, algo que sólo se fabricara en ese lugar. Tras largas deliberaciones inventaron un tipo de anillos que se ponían en el extremo del dedo, en la primera falange. Los llamaron "anillos del extremo del dedo" y para dar ejemplo los habitantes del lugar llevaban sólo anillos del extremo, y pronto fueron conocidos (ellos y el pueblo) como el de Soloanillos del Extremo, de ahí el nombre.
La idea funcionó un tiempo y floreció una industria de anillos de extremo (o de frontera), aunque la moda pasó porque resultaban incómodos de conservar en el dedo, en cuanto uno se descuidaba el anillo se caía. Así pues, de aquella idea original hoy sólo queda el nombre del pueblo, la ruina de alguna que otra fábrica de anillos y el hábito de los lugareños por llevar los anillos de esa peculiar manera.
Por hoy vale.

lunes, 29 de marzo de 2010

Oropesa

El nombre de este lugar, Oropesa, es lo que los ingleses llaman un false friend, es decir, algo que parece evidentemente algo y no lo es. Salvo para amigos de los false friends como Sandro Weltz, que mete la pata hasta el corvejón cuando dice que el nombre del pueblo se debe a la famosa máxima de la familia de los Fugger ("el oro vale su peso en oro"), banqueros de Carlos V (que se arruinaron con él y con las Españas) de cuya estancia en el lugar no hay constancia ninguna.
El nombre de Oropesa viene de ¡Oh sorpresa! (es broma, jejeje), de una historia peculiar. Hay quienes dicen que en Oropesa, tiempo ha, no había villa ni gente, solo árboles y floresta domeñaban su geografía, dicen esto y es como no decir nada. La verdad es que sí hay un importante detalle: donde hoy está el pueblo (con su imponente Castillo Parador de Turismo) hubo antes un peral en el que un día, un pastor, descubrió que uno de sus frutos en vez de ser una pera (como debiera) era un oso. Así pues la gente de los alrededores se acercaba para ver el prodigio del Oso-Pera, que poco a poco iba formándose colgado de una rama.
Tanta fue la afición al prodigio que hubo quienes se quedaron allí y se fundó la villa del Osopera adonde acudían sin descanso peregrinos de toda ralea. Hasta que un día, hartos de tanta visita, y sobre todo para proteger al Oso-Pera que ya estaba nacido y no tenía el pobre ni un minuto para sus cosas, nada más que recibir y recibir visitas, decidieron los habitantes del lugar despistar a los curiosos y trastocaron la R por la S, y de Osopera pasaron a Oropesa, y así se quedó.
Por eso en el escudo de esta ciudad debiera haber un Oso y una Pera (y no un Madroño, como les plagiaron los de un pueblo cercano que se apropiaron de su escudo).
Otros estudiosos afirman que el lugar es el mismo en el que sucedió la famosa historia de la Sopa de Piedra, historia que cuenta como un grupo de personas, poniendo cada uno un poco de lo suyo, hicieron una sopa descomunal y exquisita (plato típico del lugar), y que para albergar tamaña sopa hubo que hacer una sopera gigantesca que todo aquel que la veía decía ¡Oh, sopera! Son muchas las generaciones de comedores de sopa que han saboreado la exquisita sopa del lugar. Quienes defienden esta historia dicen que de Oh-sopera a Oropesa un par de sorbos, y que el escudo de la villa debería ser una sopera gigantesca y humeante.
Yo voto por aglutinar corrientes y hacer un escudo con una sopera que tenga dentro un oso haciendo malabares con unas peras.
Por hoy vale.

Valdepeñas

Parece que el origen el pueblo es bastante evidente, aun así hay quienes no terminan de acertar en estas cuestiones. Pienso, como más de uno sospechará, en Sandro Weltz, quien afirma que el nombre del lugar proviene de Val de Piñas, porque era un valle en el que había muchas piñas (eso sí, no especifica si tropicales o de pino piñonero, qué hombre). Igual podría haber dicho Val de Peñas, porque había muchas rocas, o Val de Poñas, o Pañas, o Puñas... en fin, un delirio de estudio pseudosesudo.
Lo cierto es que el lugar era conocido porque era un valle bucólico y melancólico, un lugar adecuado para ir a sosegar las penas y a pasarlas en amor de límpidos riachuelos y pastoras Marcelas. De ahí el nombre que se le fue dando al lugar: Val de Penas
Poco a poco la fama del valle fue creciendo y eran tantos los que iban allí a lloriquear sus lamentos que surgieron los mesones y hospederías donde la gente, más que a sosegar las penas, trasegaba los caldos para ahogarlas. Y así fue creciendo en el lugar la tradición de los buenos vinos: se plantaron cepas y se empezó a producir cosecha propia. En esta época al lugar se le conoció como Val de Cepas.
Tan ricos eran los vinos que la gente dejó de ir para lamentarse y empezaron a ser legión quienes iban para alegrarse. Ir a cantar y a beber al lugar se convirtió en una tradición casi obligatoria. Y muchos de los jocundos visitantes se quedaron a vivir allí pretendiendo una fiesta perpetua. Y así fue como proliferaron las viviendas y nació la ciudad, que se organizaba, en vez de en barrios, en peñas (de feria y fiesta, por lo de perpetua). El lugar, pues pasó a ser, definitivamente, conocido como Val de Peñas. Valdepeñas.
Y por hoy vale. Y viva el vino.
Salud

jueves, 18 de marzo de 2010

Balazote

Cuentan que el nombre de este lugar era debido a que en el Valle había una bicha (cuerpo de toro y cabeza de hombre barbado) que a todo aquel que se acercaba, le azotaba. Por eso el sitio era conocido como Valle del Azote y de ahí a Val-azote>Balazote un salto.
Como cuento no está mal, pero hay que ser serios. Busquemos en los papeles y reflexionemos.
Dice Sandro Weltz en sus prolijos estudios que el nombre del lugar proviene de su origen, pues al parecer un rey quiso regalar a uno de sus fieles un pueblo y entonces mandó edificar esta villa y la envolvieron toda con papel de regalo y le pusieron un lazo descomunal. Cuando llegó el día de dar el regalo el fiel agasajado, al ver aquello, exclamó "¡¡¡Vaya lazote!!!", pero en su expresión apocopada: "¡Va'lazote!", refiriéndose al lazo descomunal que como guinda en pastel coronaba el pueblo envuelto.
Sandro Weltz, por lo que se ve, le ha dado una vuelta al asunto pero se ha quedado en la anécdota, cosa que sucede cuando alguien no pasa de la reflexión y no llega a la acción.
Yo he ido allí y he descubierto el verdadero origen del nombre. Lo he descubierto, digo, porque lo he vivido en mis propias carnes.
Al parecer, siglos ha, una hechicera lanzó un hechizo al lugar, de modo y manera que cuando un tonto (un zote) entraba en el pueblo sentía el irresistible impulso de balar. Y desde entonces cuando un zote entra en el lugar, impepinablemente, exclama: beeeeeeeeeee, como un becerro cantor.
La fama del hechizo fue tal que acabó por dar nombre al lugar.
Y por hoy, Baaaaaa le.

viernes, 12 de marzo de 2010

Sotodosos

Dice Sandro Weltz que el lugar donde se fundó el pueblo era antes un valle usado habitualmente para celebrar fiestas y bailes, y que alguien, un día, decidió quedarse allí la noche para llegar el primero al baile al día siguiente. Y la siguiente noche no fue uno que fueron varios y así, pasando los días, los varios que se quedaban se hicieron unas cabañitas y poco a poco el lugar fue siendo habitado. Dice también Sandro que el nombre proviene de alguien que vio bailar a los bailadores y comentó despectivo: Son todos sosos. Y el chascarrillo hizo gracia y el nombre quedó para el lugar y el posterior pueblo. Y de Sontodossosos a Sotodosos pues un par de pisotones y un traspiés.
Pero una vez más don Sandro se equivoca. Que yo he estado en el lugar y he chupado a los lugareños y de sosos nada, que son más bien salados, sobre todo por la zona del cuello y más arriba del codo.
El nombre proviene, y está la cosa bastante clara, de "Soto de osos" pues el lugar donde ahora está el pueblo antes era un soto transitado habitualmente por osos. Es más, se dice que la perdida civilización de los osos (esa que se cita en libros como Famosa invasión de Sicilia por los osos, de Dino Buzzati, cuya lectura, por cierto, les recomiendo encarecidamente), esa civilización que dicen que fue anterior a la de los humanos, pudo tener, en el lugar hoy llamado Sotodosos, alguna importante ciudad y referencia.
Dicho esto y vista la toponimia del lugar, sólo me queda decir que los habitantes de Sotodosos tienen por costumbre hablar con una sola vocal, así pues resulta común escuchar frases del tipo: ¡Anda, Ana va a la playa a nadar!, o por ejemplo: Es Pepe el que bebe té verde de vez en vez; o esa pintada que leí en una de sus paredes: Pili, vivid sin mí, o las comunes reflexiones con la o: los lobos no son monos, no son toros, no son pollos... no son tontos, ¡son lobos!, incluso aquella otra tan curiosa con la u: ¡tú!, ¡zulú! ¡uuuuuhhhhh!
En fin, por hoy vale.

viernes, 5 de marzo de 2010

Olías del Rey

Este toponímico bien podría llamarnos a engaño. Cualquiera, como Sandro Weltz, caería en la tentación que tiene que ver con los olores corporales de la realeza. Así, el iluso Sandro cree que Olías del Rey proviene de un viejo cuentito en el que se afirma que los días en los que el rey se bañaba y perfumaba hasta ese lugar llegaba su fragancia, ¡como si la corte no anduviera bien alejada! Sandro descarta otro cuento que afirma que el rey pasó por el lugar y la gente se acercaba a olisquearle por aprehender la esencia real. Menos mal que esto sí lo descarta Sandro.
Otros estudios afirman que el nombre del pueblo viene de Olivas del Rey ¡qué barbaridad!, uno quieren olfatear al rey y otro mentar sus olivas... les recuerdo el dicho de ir a cambiar el agua al canario o ir a cambiar el agua a las olivas cuando uno va a orinar.
Creo que no puede ser, ni de lejos, cierto que el nombre del lugar haga referencia a las partes más privadas del rey.
La confusión viene del término Olías, que cualquier que haya estudiado algo de evolución fonética y léxica sabrá que es un término bastante común que proviene del gigante Goliat. Goliat en el medievo era conocido como Golías, u Olías, de ahí el hecho comprobado que a los gigantones se les solía llamar Golías u Olías.
Aclarado esto la cosa resulta sencilla entonces: un hombre grande, gigantón, de la guardia personal del rey, leal como pocos, recibió como recompensa por sus servicios una villa. El lugar fue conocido, desde entonces, como Golías/Olías del Rey.
Y por hoy, vale.

Pajaroncillo

Hay en Cuenca un pueblo que tiene un nombre asombroso: Pajaroncillo, que viene a ser como si dijéramos "un pájaro grande pequeño". Lo que este nombre tiene es mucha sutileza y altura. El motivo del pájaro, la idea de lo elevado y metafísico, de lo inasible, al mismo tiempo que frágil, sencillo y accesible, es, en verdad, glorioso.
Pero es que además esos sufijos aumentativo-diminutivo refuerzan el poder aglutinador del nombre: en el nombre de este pueblo cabe lo grande y lo pequeño, lo incomprensible y lo cotidiano.
Es este nombre un hallazgo de la filosofía, un toponímico que bien pudiera haber sugerido el mismo Aristóteles que hizo del punto medio una virtud y que bien habría podido condensar su pensamiento en esta palabra única y admirable: Pajaroncillo.
Por hoy vale

Trijueque

El origen nombre de Trijueque viene de la mano de un hecho histórico bastante singular y bien conocido que, por su peculiaridad, ha pervivido en la memoria y en la tradición oral de esta tierra y de tierras muy lejanas.
Hace mucho tiempo hubo un rey en el lugar, un rey de aquellos que llaman califas o visires porque eran de la arábiga época. El dicho rey tenía una hija que era su ojito derecho y que estaba en edad de casar, y para encontrarle marido el rey propuso unas justas que fueran justas y justamente dieran un justo marido. Pero sucedió que de entre todos los pretendientes que pretendían la mano de la muchacha había tres que descollaban sobre el resto, eran guapos, eran aguerridos, eran sensibles, eran inteligentes, eran, en suma, perfectos, y resultaba difícil elegir a uno sobre los otros.
En esa disquisición se encontraba la princesa cuando propuso a su padre que por qué no se casaba con los tres, igual que había hombres con varias esposas, pues ella sería mujer con varios esposos.
El rey dijo que eso contravenía la tradición y que para dilucidar quién de los tres sería su amantísimo esposo les iba a poner una prueba infalible, y esta fue que les dejaba un año de plazo para que buscaran y encontraran el objeto mágico más insólito y excelente que pudieran conseguir.
Los tres se despidieron de su amada y tras caminar un largo trecho (algo menos de un mes de camino en compañía) junto se despidieron en una encrucijada tomando cada uno un camino distinto y conviniendo en quedar en el mismo lugar al cabo de 10 meses.
Pasaron los meses volando y el día señalado se volvieron a encontrar, se saludaron efusivamente y tras charlar un rato largo preguntaron por los objetos que habían conseguido los otros.
Uno mostró un espejo y dijo que era mágico, que con sólo pedirlo se mostraba en él lo deseado. Vaya, buen objeto es ese, dijeron los otros dos.
Otro mostró una alfombra que tenía la virtud de volar y desplazándose velozmente por los cielos.
Maravilloso, exclamaron los otros dos al unísono.
El tercero mostró una pequeña botella que contenía un brebaje extraordinario que vertido en la boca de un muerto lo resucitaba.
Admirable, dijeron.
No parecía tarea fácil tener que elegir entre los tres. Pero eso no era su cometido, así que decidieron continuar el camino, pero antes, dos de ellos, los que no tenían el espejo, le pidieron al dueño del espejo mágico que les mostrara la imagen de su amada, para ver qué estaba haciendo en ese momento. Y al mirar en el espejo cuál no fue su sorpresa al ver que la princesa estaba muerta y siendo velada en esos mismos instantes.
Maldición, dijo el de la botellita, si estuviera allí podría resucitarla con mi poción mágica. Eh, dijo el de la alfombra, podemos estar allí en un momento, subid a mi alfombra.
Los tres subieron y rápidamente salieron volando por los aires. Y en menos que se cuenta llegaron al velatorio y medio a empujones consiguieron entrar donde estaba el cuerpo de la amada y allí, el del brebaje, se lo dio a beber. Y oh milagro, en ese instante la muerta resucitó.
El rey, feliz por el suceso, declaró que el pretendiente del brebaje era el elegido para marido.
Un momento, un momento, dijo el de la alfombra, que si no es por mi alfombra no habríamos llegado a tiempo. Tiene razón, dijo el rey, que se case con el de la alfombra.
Un momento, un momento, dijo el del espejo, que si no es por el espejo no nos damos prisa en venir y la princesa hubiera muerto. Es verdad, dijo el rey, que se case con el del espejo.
Pero la discusión era acalorada, no entre los pretendientes sino entre consejeros, ministros y en toda la corte, y en la calle, y en el país todo.
Padre, dijo la princesa, yo tengo la solución, dejadme que me case con los tres como os pedí, es claramente mi destino. Y el rey claudicó y así se hizo.
Y a los tres maridos se les conocía como Tres Jeques, y el lugar donde vivieron felices y comieron perdices acabó por ser conocido como Tres Jeques, y con el paso de los años, TriJueque.
Por hoy vale.

domingo, 21 de febrero de 2010

Bienservida

Dicen los habitantes del lugar que el nombre de este pueblo se debe a que hubo una persona que le pidió un favor a una santa (o a una virgen) y ésta se lo concedió, y en agradecimiento el favorecido edificó una iglesia y dijo que la santa (o la virgen) quedaba así bien servida. Y el lugar fue conocido como Bienservida.
Pero no parece que esta sea la razón, lo digo porque de tan evidente y tan obvia pues resultaría demasiado sencilla para el arte del estudio toponímico. Así pues me puse a trabajar y me fui nada más y nada menos que a París, a hurgar en los archivos de la Universidad de La Sorbona, y allí pasé una semana manoseando legajos a costa de la emisora. Bien es verdad que no estuve todo el rato en oscuros archivos, pude también pasear por las calles de la ciudad de la luz, dar un garbeo por sus museos y comer quesos y beber vino. También fueron estas dietas a costa de la emisora de radio, pero digo yo que no va a ser todo trabajar...
Lo cierto es que después de una semana de estudios e indagaciones no encontré en La Sorbona ni una palabra que hablara de Bienservida, así que volví a España, a Castilla La Mancha, y fui al pueblo en cuestión para investigar sobre el terreno. Y hallé la punta del hilo que deshizo la madeja.
Parece ser que allí, tiempos ha, en un cruce de caminos hubo una venta famosa por sus verduras (tierra es esta de agrícola labor y verdura gozosa) presentadas siempre bien hervidas. Saben quienes esto leen que encontrar el punto de las verduras es difícil, porque a veces vienen medio crudas y otras veces vienen pasadas, perdiendo propiedades y sabiendo a nada. Sin embargo en esta venta las verduras estaban Bien Hervidas, y por eso al lugar pronto se le conoció como BienHervida, como esa H era pelín aspirada de BienHervida a Bienservida, un suspiro. Aunque hay quien dice que también el nombre se debía a que, además de bien hervida, estaba la vianda bien servida.
Y por hoy vale que ya va dando hambre.

San Carlos del Valle

Dice Sandro Weltz sobre este pueblo que se llama así porque había una ermita dedicada al culto de San Carlos en un pequeño valle, y que esta ermita fue concitando a su alrededor ermitaños y demás devotos y así nació el lugar. Una vez más don Sandro tira por el derrotero sencillo.
Hablan otros manuscritos de que el origen de este nombre se debe a que el rey Carlos III decidió levantar en el lugar (un valle) una villa, y por eso se llama San Carlos del Valle (como si el rey Carlos III fuera un santo...).
Uno oye y lee cosas de este tipo y le entran ganas de tirar la toalla y dedicarse a dejar languidecer las horas mirando por la ventana. Pero siempre el gusanillo de la curiosidad acaba por roer adentro y me impele a indagar en la verdadera razón de la toponimia. Así que tomé el asunto por las riendas y metí las manos en harina y me puse con ello. Y aquí traigo el origen del nombre de este hermoso y pequeño pueblo.
Cuando los franceses invadieron las Españas llegaron a este triángulo geográfico formado por Valdepeñas, Manzanares y Villanueva de los Infantes (que incluía a la Solana y Membrilla en su hipotenusa), entonces estas cinco villas decidieron ocultar a sus personas más destacadas: arquitectos, ingenieros, poetas, filósofos, estudiosos... en un lugar de muy difícil acceso, un valle amurallado de altas e inaccesibles montañas. Allí enviaron a los memoriones y cerebritos y teniendo a estos seguros se dedicaron a guerrear contra el francés. Finalmente los franceses tomaron las villas (a costa de mucha sangre y sudor y lágrimas) pero al no encontrar a las eminencias siguieron buscándolas y dieron con el valle que las ocultaba. Pero los/las eruditos/as no se habían quedado de brazos cruzados y habían armado una defensa imposible de vadear. El francés sitió el lugar pero no podía tomarlo. Mientras tanto, en las otras ciudades, la gente empezó a exigir a los gobernantes y a las resistencias que sacaran a sus sabios/as del valle, y al grito de ¡sacarlos del valle, sacarlos del valle! se multiplicaron las manifestaciones.
Así fue como por un lado estaban los franceses intentando tomar el lugar y por otro los españoles intentando sacar del lugar a los allí ubicados. Pero nadie contó con los del lugar, que bien pertrechados aguantaron al francés sin despeinarse y se dedicaron a la filosofía y al arte: así, en los años de asedio, mientras el resto del mundo se empeñaba en tomarlos o rescatarlos ellos edificaron la bella iglesia y la plaza hermosísima que jalonan la villa.
Ido ya el francés ejército, habían sido tantas las manifestaciones que al lugar se le conocía como sacarlos del valle. Como los ubicados habían decidido ser habitantes del lugar, pues pidieron que la villa se llamara así: Sacarlos del Valle, en recuerdo de la historia. Ahora bien, el encargado de hacer los carteles que anunciaban la entrada al pueblo pensó que se trataba de un error y lo corrigió según le dictaba su entendimiento y así el sitio pasó a llamarse San Carlos del Valle. Y por hoy valle, digo vale.

jueves, 11 de febrero de 2010

Villarta de San Juan

El pueblo cuyo nombre es objeto de estudio hoy es famoso por su puente romano (o puente viejo) de más de 500 mts. y 46 ojos a la vista. Piensan algunos sabios y medio eruditos que este puente tiene que (casi que por decreto) ser la razón del nombre del pueblo.
Así algunos de estos pseudolistos (entre ellos Sandro Weltz) afirman que el origen del nombre es debido al puente en cuestión, ya que para cruzar el puente había que pagar un impuesto, había que pechar. Pero claro, el señor que cobraba el peaje no estaba siempre, incluso algunas veces se tomaba unos moscosos y entonces el puente permanecía cerrado, por lo que quienes querían cruzarlo tenían que acampar a la espera de la apertura. Dice don Sandro que muchos de ellos dormían a la entrada del puente, y que cuando, al amanecer, despertaban y veían el puente y al final la villa, decían, qué villa tan alta: Villa Alta, que no era alta, que era lejana, pero al estar tumbados cambiaba la perspectiva. De ahí el nombre de Villa Alta, y de San Juan (el apellido) llegaría más tarde, cuando la Orden de San Juan sentó sus reales por aquellas tierras.
La razón parece más que forzada cogida por alfileres o por los pelos o más bien por las sombras. Es impresionante que gente seria se digne a decir tonterías como estas.
Yo he ido a Villarta y he paseado por sus calles y he observado sus lugares y he escuchado a sus gentes, es así como he llegado al origen verdadero del nombre de este pueblo.
Lo cierto es que esta villa, años ha, experimentó una serie de asombrosos milagros que dieron nombre al pueblo. La cosa comenzó cuando un día, de buena mañana, los más madrugadores descubrieron en medio de la plaza una talla que milagrosamente allí había aparecido. Después de unos breves estudios se dedujo que se trataba de una escultura de San Juan Nepomuceno Neuman. Se buscó un lugar para la talla y se dio noticia del milagro a la curia. Pero todavía no se habían repuesto del impacto cuando al día siguiente, en la misma plaza, apareció una nueva talla que, tras otro breve estudio, resultó ser la de San Juan Stone. Si un milagro es cosa milagrosa, dos resulta ya algo excepcional. Pero no paró ahí el asunto, porque al tercer día apareció una nueva talla, en esta ocasión se trataba de San Juan de Montemarano. La sorpresa fue mayúscula, y siguió siendo cuando, según se sucedían los días, se sucedían las tallas milagrosas: San Juan Fisher, San Juan de Clímano, San Juan de Duns Escoto, San Juan de Kety, San Juan Damasceno, San Juan Xenos, San Juan de Chinón... y así durante 50 días seguidos fueron apareciendo 50 Santos (y todos ellos Juanes) y ya no sabían qué hacer, pues al ser milagrosas no podían deshacerse de ellas ni almacenarlas de cualquier manera... hasta que un clamor tomó gargantas, calles y la municipalidad toda: ESTAMOS HARTOS DE SAN JUAN. Y así fue como al lugar se le conoció por Villa Harta de San Juan, y de ahí, a Villarta de San Juan, un traspiés sin h. Por cierto, desde la proclama dejaron de aparecer tallas milagrosas.
Por hoy vale

domingo, 31 de enero de 2010

Membrilla

Uno tenía la secreta esperanza de que el nombre de este pueblo proviniera de la admirable tradición de otros lugares de Castilla La Mancha de honrar a las frutas, verduras y otros productos de la tierra (Cebolla, Pepino, Manzanares, etc.), lugares algunos de ellos que, por cierto, han sido largamente estudiados y reseñados por mí en este mismo blog.
Uno albergaba, como digo, la esperanza de que Membrilla aludiera a la planta del membrillo, a la Cydonia Oblonga, planta virtuosa donde las haya, buena como antidiarreico, diurético, para combatir la gastritis, los resfriados, la mucosa irritable, la faringitis, la bronquitis, etc.
Sin embargo uno analiza los estudios previos sobre el asunto y lee que don Inocente Hervás sugiere que una colonia de griegos (del mismísimo Peloponeso) fundaría este lugar con el nombre de Marmarias, en griego, que viene a significar o Mar de Marías (muchas mujeres llamadas María) o Mar de mamarias/mamas (aludiendo a la abundancia de ciertos atributos femeninos que el decoro me impide explicitar). Tiene una cierta lógica este asunto de las mamas y los membrillos, pues al parecer el membrillo, por vía externa, es muy adecuado para curar las grietas de los pezones de las madres que alimentan a sus hijos con sus propios pechos. Claro, si uno llega a un lugar donde las mujeres, generosamente dotadas, suman a sus dotes medio membrillo en cada pecho, no es de extrañar que llame al lugar Mar de Mamas o Membrilla o cualquier cosa que se le parezca.
Tiene también otra relación indiscutible entre lo griego y lo membrillesco: y es que las mujeres recién casadas, en Grecia, antes de entrar en el tálamo nupcial para consumar, mordían un membrillo para perfumar el primer beso de amor: primero de una larga retahíla. Quizás pudiera ser este motivo que diera nombre al lugar: una colonia de griegos y griegas se asentaron aquí y para casarse sembraron muchas membrillas para antes de las bodas...
Pero no creo que ninguna de estas disquisiciones pueda sostenerse con un fundamente mínimamente serio, así que he ido al lugar y he estudiado el asunto con detenimiento. Y he llegado al quid de la cuestión, según lo veo.
Sucede que en Membrilla existió un castillo llamado Castillo del Tocón. Decían que ese castillo había sido edificado sobre el tocón de una encina descomunal: imagínense pedazo de encina. ¿Quién puede creer esto? La cosa es más sencilla.
Había en el lugar un hombre bello y hermoso como pocos que suscitaba a su alrededor mucho deseo: todas las mujeres y hombres que lo veían querían ser tocados por él, y le pedían continuamente que les tocara. El hombre, harto de tanto acoso, decidió construir un castillo para protegerse, para parapetarse de tanta continua exigencia. El castillo fue conocido como el castillo del tocón, porque a este hombre le llamaban así, el tocón (el que tocaba). Aun así la gente seguía acudiendo y esperando a que el tocón saliera del castillo para tocar a todos y todas. La fama de este hombre era tal que le llamaban el man (el hombre, en inglés), y a veces, cuando el man subía a lo alto del torreón más alto, entonces, con el sol detrás de él, parecía refulgir, y la gente que esperaba decía: oh, mira, el man brilla. El man brilla, el manbrilla, el mambrilla, el membrilla... la evolución es lógica y rápida. El castillo se quedó con el nombre del Tocón, y el lugar donde acampaban los anhelantes por ser tocados: Membrilla. Obvio y sencillo.
Por hoy vale.

domingo, 24 de enero de 2010

Milmarcos

Hace unas cuantas semanas que don Juan Solo habló de este pueblo en su programa, pueblo peculiar porque tradicionalmente lo era de esquiladores que, con el pasar del tiempo y del oficio, habían desarrollado un habla particular, una jerga, denominada migaña, para poder hablar entre ellos sin que los patrones que los contrataban pudieran entender de qué estaban hablando.
Hoy me he empeñado en el estudio del origen de su peculiar nombre: Milmarcos.
Dicen los eruditos y estudiosos que Milmarcos proviene de la existencia en el lugar de una Piedra Miliar, un hito que los romanos ponían en sus calzadas para marcar las distancias, una piedra miliar que tendría un pequeño templete al dios Mars, Marte, dios de la guerra. Así, de Millia Mars habría pasado a Millia Marte > Mil Marcio > Milmarcos.
La propuesta no está mal pensada, pero quien esto escribe ha pasado varios días en el lugar y no ha encontrado ni una piedra miliar ni un templete dedicado a Marte ni nada que se le pareciera. Así pues, si me lo permiten, la descarto por improbable.
Dice Sandro Weltz, pseudoerudito, que el nombre proviene de una historia peculiar. Parece que siglos atrás, cuando empezaba a ponerse Iberia de moda para el turismo, este lugar era uno de los predilectos para los alemanes (aquí venían los hunos, los otros, etc.) y hubo un intento por parte de los germanos por comprar toda la villa por mil marcos para instalar aquí sus urbanizaciones, sus bares con cervezas y salchichas, etc. Pero el intento se frustró (porque a nosotros no se nos compra ni por mil ni por cien mil marcos, decía el alcalde de la época) y los alemanes tuvieron que intentarlo en otros lugares (así fue como se instalaron y colonizaron gran parte de las Baleares y de las Canarias). Desde entonces a los del lugar se les conoce como los de los Mil Marcos.
Una historia curiosa pero sin ninguna prueba que la sustente, como es costumbre entre toda la producción de don Sandro.
Viendo que toda la reflexión sobre la toponimia del lugar es blandengue y resbaladiza, tomé las riendas del asunto y me metí de lleno en harina. Lo primero que hice fue ir a Milmarcos y me senté en su plaza a reflexionar sobre el lugar. Y entonces lo vi claro, diáfano: era tan obvio que me recordó al cuento de "La carta robada", de E. A. Poe. Me levanté y comencé a caminar por el pueblo, por todas sus calles y rincones, comprobando si mi idea era acertada. Y lo fue. El nombre del pueblo es Milmarcos porque si se cuentan todos los marcos de puertas y ventanas suman un total de mil, y si una casa se derruye es porque otra se construye y así, de forma mágica y cabalística, sin que sus habitantes sean conscientes de ello, el nombre del pueblo determina el número de construcciones que lo conforman.
Visto esto tal vez aquí nazca un nuevo tipo de turismo: el turismo toponímico, aquel que invite a ahondar en el origen de los nombres de pueblos y ciudades. Milmarcos podría ser el marco propicio para comenzar estas nuevas rutas, que podrían englobar a lugares como Aveinte (un pueblo de Ávila que por más que se corra no se pasa nunca de 20 kms/h), o Sieteiglesias (otro pueblo de Madrid en el que hay que encontrar las siete iglesias que lo nominan a pesar de que solo se ven seis campanarios), etc.
Por hoy vale.

domingo, 17 de enero de 2010

Ontígola

Dicen algunos que el nombre de este pueblo tiene su origen en los latines, concretamente en el término funticula, que viene a significar fuente, manantial, venero del que manan las aguas de un arroyuelo. Poco mirar nos parece confundir la mar de Ontígola con un arroyuelo. No creemos que esta sea vía firme para la reflexión sobre la toponimia del lugar.
Hemos leído al aciago don Sandro Weltz y hemos vuelto a sorprendernos con su sabiduría de cartón piedra y sus reflexiones de días de lluvia frente al televisor. Dice este hombre que el nombre de Ontígola es debido a la próxima villa, Oreja. Oreja fue una población importante en tiempo de romanos, por aquel entonces su nombre era Aurelia. Como suele suceder entre villas vecinas existían ciertas desavenencias, desprecios mutuos, competiciones, chascarrillos... hasta tal punto era así que mientras una se llamaba Aurelia, la otra pasó a llamarse Antiaurelia, y de ahí proviene, según don Sandro, el origen de Ontígola, de Antiaurelia hubo una ¿natural? evolución hasta OntiOurelia > OntiOrella > OntiOla > Ontigola... obviando don Sandro la importancia de los acentos en la evolución de las palabras. Forzado parece, y casi de risa, la verdad.
Afortunadamente he indagado con más profundidad en esta cuestión y he llegado a alguna propuesta que puede ser esclarecedora.
El origen del nombre de este pueblo ubicado en el norte de Toledo, lindando ya con Aranjuez (Madrid), se debe a la celebérrima batalla que allí sucedió contra los invasores franceses allá por los mil ochocientos y poco. Esta batalla se perdió (no así la guerra) pero fue famosa por el valor y la osadía de los lugareños a los que, a partir de entonces, se les llamaba los antigalos. Tal fue la trascendencia y fama de la batalla en cuestión que hasta el lugar tomó el nombre y pasó a llamarse Antigalo, y el paso de Antigalo a Ontígola fue, ahora sí, natural y no nada forzado, aunque la acentuación en este caso no fuera respetada, pero poco afecta a la brillantez de la explicación toponímica.
Por hoy vale.

domingo, 10 de enero de 2010

Humanes

Dice el retorcido Sandro Weltz que el nombre de Humanes se debe al sustrato latino Humus, porque había mucha buena tierra para sembrar. Uno no entiende por qué no hay más Humanes entonces en toda la geografía ibérica y románica. Luego sugiere el hombre que si no fuera por el Humus, que se debería al Fumus, es decir, al humo que día y noche saldría de las piras de carbón vegetal que se hacía con la madera de las encinas del lugar. Uno no deja de preguntarse por qué razón no propone que también pueda ser por los Hunus (esos bárbarus) o cualquier otra palabreja similar.
Obviemos a don Sandro y vayamos con cosas serias.
El origen del nombre de este pueblo es debido a un grupo de habitantes de otro pueblo cercano que decidieron fundar una villa en la que los valores cívicos y los derechos humanos imperaran y fueran las reglas de convivencia. Como su aspiración era la de vivir como plenos seres humanos decidieron llamar al lugar Humanos. Entones las mujeres dijeron que por qué no Humanas. Y ahí surgió la primera prueba de civismo y convivencia: llegaron a un consenso, a un acuerdo, a un ni-pa-ti-ni-pa-mí, y decidieron llamar al lugar Humanes, buscando un género neutro que agrupara al masculino y al femenino. Para que luego digan que la coeducación es un invento de ahora...
Por hoy vale.

Yeste

Cuentan que este hermoso pueblo de la Sierra de Albacete debe su nombre al proceso de Reconquista y posterior refundación de las villas del lugar. Dicen entonces que se hallaba el Secretario de Refundación de Tierras Reconquistadas renombrando los lugares recién recuperados tras la estadía de los árabes y que llevaba con él a un escribano que iba anotando todo cuanto el Secretario decía. Iban de un pueblo a otro y el Secretario decía: a este pueblo lo llamaremos Riópar, a este... Ontur, a este otro Socovos... y el escribano todo lo anotaba. Sucedió entonces que que le llegó el turno al pueblo objeto hoy de nuestro estudio, y al Secretario no se le ocurría nombre alguno, y decía: Y este... y este... Y el escribano entendió "y este, Yeste", y así lo anotó, y tal como quedó escrito pasó a ser conocido el lugar.
Pero claro, esta historia parece cuentos de viejas en vez de sesudos estudios a los que yo les tengo acostumbrados.
Tras reflexionar algo e indagar mucho entre viejos legajos, he llegado al verdadero origen del nombre de este pueblo.
La cosa sucedió cuando estos territorios todavía pertenecían al Reino de Murcia. Este lugar era ya, en aquellos siglos y tiempos, foco de atracción para aventureros y turistas extranjeros. Y sucedió que un día un acaudalado turista inglés fue a dar un paseo por la zona acompañado de su caterva de sirvientes. Tras largo rato de andar entre la floresta uno de los sirvientes le dijo al lord si quería un poco de té (do you want a cup of tea?), en ese momento el turista se percató de que eran las cinco o'clock y dijo: yes tea (que suena: yes te). Y allí se detuvo la comitiva para saborear un excepcional té recién hecho. Como el lugar era hermoso (unos riscos agraciados por arboledas exuberantes desde las que se contempla el valle todo) y como el té les supo a gloria, decidieron bautizar el lugar como Yes-tea, que sonaba Yeste. Y así se quedó el nombre del sitio donde luego se fundó un pueblo que asumió el nombre.
Esta es también la razón por la que en Yeste el té inglés es la bebida oficial del municipio.
Por hoy vale.