domingo, 31 de enero de 2010

Membrilla

Uno tenía la secreta esperanza de que el nombre de este pueblo proviniera de la admirable tradición de otros lugares de Castilla La Mancha de honrar a las frutas, verduras y otros productos de la tierra (Cebolla, Pepino, Manzanares, etc.), lugares algunos de ellos que, por cierto, han sido largamente estudiados y reseñados por mí en este mismo blog.
Uno albergaba, como digo, la esperanza de que Membrilla aludiera a la planta del membrillo, a la Cydonia Oblonga, planta virtuosa donde las haya, buena como antidiarreico, diurético, para combatir la gastritis, los resfriados, la mucosa irritable, la faringitis, la bronquitis, etc.
Sin embargo uno analiza los estudios previos sobre el asunto y lee que don Inocente Hervás sugiere que una colonia de griegos (del mismísimo Peloponeso) fundaría este lugar con el nombre de Marmarias, en griego, que viene a significar o Mar de Marías (muchas mujeres llamadas María) o Mar de mamarias/mamas (aludiendo a la abundancia de ciertos atributos femeninos que el decoro me impide explicitar). Tiene una cierta lógica este asunto de las mamas y los membrillos, pues al parecer el membrillo, por vía externa, es muy adecuado para curar las grietas de los pezones de las madres que alimentan a sus hijos con sus propios pechos. Claro, si uno llega a un lugar donde las mujeres, generosamente dotadas, suman a sus dotes medio membrillo en cada pecho, no es de extrañar que llame al lugar Mar de Mamas o Membrilla o cualquier cosa que se le parezca.
Tiene también otra relación indiscutible entre lo griego y lo membrillesco: y es que las mujeres recién casadas, en Grecia, antes de entrar en el tálamo nupcial para consumar, mordían un membrillo para perfumar el primer beso de amor: primero de una larga retahíla. Quizás pudiera ser este motivo que diera nombre al lugar: una colonia de griegos y griegas se asentaron aquí y para casarse sembraron muchas membrillas para antes de las bodas...
Pero no creo que ninguna de estas disquisiciones pueda sostenerse con un fundamente mínimamente serio, así que he ido al lugar y he estudiado el asunto con detenimiento. Y he llegado al quid de la cuestión, según lo veo.
Sucede que en Membrilla existió un castillo llamado Castillo del Tocón. Decían que ese castillo había sido edificado sobre el tocón de una encina descomunal: imagínense pedazo de encina. ¿Quién puede creer esto? La cosa es más sencilla.
Había en el lugar un hombre bello y hermoso como pocos que suscitaba a su alrededor mucho deseo: todas las mujeres y hombres que lo veían querían ser tocados por él, y le pedían continuamente que les tocara. El hombre, harto de tanto acoso, decidió construir un castillo para protegerse, para parapetarse de tanta continua exigencia. El castillo fue conocido como el castillo del tocón, porque a este hombre le llamaban así, el tocón (el que tocaba). Aun así la gente seguía acudiendo y esperando a que el tocón saliera del castillo para tocar a todos y todas. La fama de este hombre era tal que le llamaban el man (el hombre, en inglés), y a veces, cuando el man subía a lo alto del torreón más alto, entonces, con el sol detrás de él, parecía refulgir, y la gente que esperaba decía: oh, mira, el man brilla. El man brilla, el manbrilla, el mambrilla, el membrilla... la evolución es lógica y rápida. El castillo se quedó con el nombre del Tocón, y el lugar donde acampaban los anhelantes por ser tocados: Membrilla. Obvio y sencillo.
Por hoy vale.

domingo, 24 de enero de 2010

Milmarcos

Hace unas cuantas semanas que don Juan Solo habló de este pueblo en su programa, pueblo peculiar porque tradicionalmente lo era de esquiladores que, con el pasar del tiempo y del oficio, habían desarrollado un habla particular, una jerga, denominada migaña, para poder hablar entre ellos sin que los patrones que los contrataban pudieran entender de qué estaban hablando.
Hoy me he empeñado en el estudio del origen de su peculiar nombre: Milmarcos.
Dicen los eruditos y estudiosos que Milmarcos proviene de la existencia en el lugar de una Piedra Miliar, un hito que los romanos ponían en sus calzadas para marcar las distancias, una piedra miliar que tendría un pequeño templete al dios Mars, Marte, dios de la guerra. Así, de Millia Mars habría pasado a Millia Marte > Mil Marcio > Milmarcos.
La propuesta no está mal pensada, pero quien esto escribe ha pasado varios días en el lugar y no ha encontrado ni una piedra miliar ni un templete dedicado a Marte ni nada que se le pareciera. Así pues, si me lo permiten, la descarto por improbable.
Dice Sandro Weltz, pseudoerudito, que el nombre proviene de una historia peculiar. Parece que siglos atrás, cuando empezaba a ponerse Iberia de moda para el turismo, este lugar era uno de los predilectos para los alemanes (aquí venían los hunos, los otros, etc.) y hubo un intento por parte de los germanos por comprar toda la villa por mil marcos para instalar aquí sus urbanizaciones, sus bares con cervezas y salchichas, etc. Pero el intento se frustró (porque a nosotros no se nos compra ni por mil ni por cien mil marcos, decía el alcalde de la época) y los alemanes tuvieron que intentarlo en otros lugares (así fue como se instalaron y colonizaron gran parte de las Baleares y de las Canarias). Desde entonces a los del lugar se les conoce como los de los Mil Marcos.
Una historia curiosa pero sin ninguna prueba que la sustente, como es costumbre entre toda la producción de don Sandro.
Viendo que toda la reflexión sobre la toponimia del lugar es blandengue y resbaladiza, tomé las riendas del asunto y me metí de lleno en harina. Lo primero que hice fue ir a Milmarcos y me senté en su plaza a reflexionar sobre el lugar. Y entonces lo vi claro, diáfano: era tan obvio que me recordó al cuento de "La carta robada", de E. A. Poe. Me levanté y comencé a caminar por el pueblo, por todas sus calles y rincones, comprobando si mi idea era acertada. Y lo fue. El nombre del pueblo es Milmarcos porque si se cuentan todos los marcos de puertas y ventanas suman un total de mil, y si una casa se derruye es porque otra se construye y así, de forma mágica y cabalística, sin que sus habitantes sean conscientes de ello, el nombre del pueblo determina el número de construcciones que lo conforman.
Visto esto tal vez aquí nazca un nuevo tipo de turismo: el turismo toponímico, aquel que invite a ahondar en el origen de los nombres de pueblos y ciudades. Milmarcos podría ser el marco propicio para comenzar estas nuevas rutas, que podrían englobar a lugares como Aveinte (un pueblo de Ávila que por más que se corra no se pasa nunca de 20 kms/h), o Sieteiglesias (otro pueblo de Madrid en el que hay que encontrar las siete iglesias que lo nominan a pesar de que solo se ven seis campanarios), etc.
Por hoy vale.

domingo, 17 de enero de 2010

Ontígola

Dicen algunos que el nombre de este pueblo tiene su origen en los latines, concretamente en el término funticula, que viene a significar fuente, manantial, venero del que manan las aguas de un arroyuelo. Poco mirar nos parece confundir la mar de Ontígola con un arroyuelo. No creemos que esta sea vía firme para la reflexión sobre la toponimia del lugar.
Hemos leído al aciago don Sandro Weltz y hemos vuelto a sorprendernos con su sabiduría de cartón piedra y sus reflexiones de días de lluvia frente al televisor. Dice este hombre que el nombre de Ontígola es debido a la próxima villa, Oreja. Oreja fue una población importante en tiempo de romanos, por aquel entonces su nombre era Aurelia. Como suele suceder entre villas vecinas existían ciertas desavenencias, desprecios mutuos, competiciones, chascarrillos... hasta tal punto era así que mientras una se llamaba Aurelia, la otra pasó a llamarse Antiaurelia, y de ahí proviene, según don Sandro, el origen de Ontígola, de Antiaurelia hubo una ¿natural? evolución hasta OntiOurelia > OntiOrella > OntiOla > Ontigola... obviando don Sandro la importancia de los acentos en la evolución de las palabras. Forzado parece, y casi de risa, la verdad.
Afortunadamente he indagado con más profundidad en esta cuestión y he llegado a alguna propuesta que puede ser esclarecedora.
El origen del nombre de este pueblo ubicado en el norte de Toledo, lindando ya con Aranjuez (Madrid), se debe a la celebérrima batalla que allí sucedió contra los invasores franceses allá por los mil ochocientos y poco. Esta batalla se perdió (no así la guerra) pero fue famosa por el valor y la osadía de los lugareños a los que, a partir de entonces, se les llamaba los antigalos. Tal fue la trascendencia y fama de la batalla en cuestión que hasta el lugar tomó el nombre y pasó a llamarse Antigalo, y el paso de Antigalo a Ontígola fue, ahora sí, natural y no nada forzado, aunque la acentuación en este caso no fuera respetada, pero poco afecta a la brillantez de la explicación toponímica.
Por hoy vale.

domingo, 10 de enero de 2010

Humanes

Dice el retorcido Sandro Weltz que el nombre de Humanes se debe al sustrato latino Humus, porque había mucha buena tierra para sembrar. Uno no entiende por qué no hay más Humanes entonces en toda la geografía ibérica y románica. Luego sugiere el hombre que si no fuera por el Humus, que se debería al Fumus, es decir, al humo que día y noche saldría de las piras de carbón vegetal que se hacía con la madera de las encinas del lugar. Uno no deja de preguntarse por qué razón no propone que también pueda ser por los Hunus (esos bárbarus) o cualquier otra palabreja similar.
Obviemos a don Sandro y vayamos con cosas serias.
El origen del nombre de este pueblo es debido a un grupo de habitantes de otro pueblo cercano que decidieron fundar una villa en la que los valores cívicos y los derechos humanos imperaran y fueran las reglas de convivencia. Como su aspiración era la de vivir como plenos seres humanos decidieron llamar al lugar Humanos. Entones las mujeres dijeron que por qué no Humanas. Y ahí surgió la primera prueba de civismo y convivencia: llegaron a un consenso, a un acuerdo, a un ni-pa-ti-ni-pa-mí, y decidieron llamar al lugar Humanes, buscando un género neutro que agrupara al masculino y al femenino. Para que luego digan que la coeducación es un invento de ahora...
Por hoy vale.

Yeste

Cuentan que este hermoso pueblo de la Sierra de Albacete debe su nombre al proceso de Reconquista y posterior refundación de las villas del lugar. Dicen entonces que se hallaba el Secretario de Refundación de Tierras Reconquistadas renombrando los lugares recién recuperados tras la estadía de los árabes y que llevaba con él a un escribano que iba anotando todo cuanto el Secretario decía. Iban de un pueblo a otro y el Secretario decía: a este pueblo lo llamaremos Riópar, a este... Ontur, a este otro Socovos... y el escribano todo lo anotaba. Sucedió entonces que que le llegó el turno al pueblo objeto hoy de nuestro estudio, y al Secretario no se le ocurría nombre alguno, y decía: Y este... y este... Y el escribano entendió "y este, Yeste", y así lo anotó, y tal como quedó escrito pasó a ser conocido el lugar.
Pero claro, esta historia parece cuentos de viejas en vez de sesudos estudios a los que yo les tengo acostumbrados.
Tras reflexionar algo e indagar mucho entre viejos legajos, he llegado al verdadero origen del nombre de este pueblo.
La cosa sucedió cuando estos territorios todavía pertenecían al Reino de Murcia. Este lugar era ya, en aquellos siglos y tiempos, foco de atracción para aventureros y turistas extranjeros. Y sucedió que un día un acaudalado turista inglés fue a dar un paseo por la zona acompañado de su caterva de sirvientes. Tras largo rato de andar entre la floresta uno de los sirvientes le dijo al lord si quería un poco de té (do you want a cup of tea?), en ese momento el turista se percató de que eran las cinco o'clock y dijo: yes tea (que suena: yes te). Y allí se detuvo la comitiva para saborear un excepcional té recién hecho. Como el lugar era hermoso (unos riscos agraciados por arboledas exuberantes desde las que se contempla el valle todo) y como el té les supo a gloria, decidieron bautizar el lugar como Yes-tea, que sonaba Yeste. Y así se quedó el nombre del sitio donde luego se fundó un pueblo que asumió el nombre.
Esta es también la razón por la que en Yeste el té inglés es la bebida oficial del municipio.
Por hoy vale.