martes, 1 de junio de 2010

Miguel Esteban

Son pocos los datos que hay sobre el origen del nombre de este pueblo. Algunos hablan de un tal Miguel Estébanez, arcediano del lugar, pero nada sustancioso.
Hay quienes dicen que a la hora de nombrar la aldea, recién nacida, se dudaba de si tenía cara de Miguel o de Esteban, y finalmente le pusieron nombre compuesto y todos contentos. Como percibirá el inteligente lector, la lectora inteligente, esta sugerencia es mera tontería.
Hablan también de una duda a la hora de nombrar a aquél que fundó el pueblo, si era Miguel, si era Esteban. Y hala, de nuevo consenso: pues que sea Miguel Esteban.
Estas elucubraciones posteriores parecen sacadas del magín de Sandro Weltz, hagamos pues caso omiso de las mismas.
Lo cierto, muy cierto, es que el lugar tiene vestigios romanos, así sus orígenes son remotos pero nos pueden dar pista del asunto. Cuando la romana gente llegó al sitio, en vez de presentar batalla los habitantes de la aldea sugirieron un ayuntamiento de agrupación: que el jerifalte de los nativos (un tal Miguel) y el mandatario de los romanos (un tal Esteban) gobernaran juntos. A los romanos les pareció bien e hicieron la concesión. Y funcionó. La armonía se instaló en el lugar, el diálogo proliferó, los encuentros fueron muchos y mayores que los desencuentros. La villa floreció.
Visto lo visto los romanos exportaron este modo de conquista (integradora) a otros lugares. Y así fue como se hicieron (a la chita callando) los dueños del mundo (conocido), más o menos.
En recuerdo de aquel binomio fantástico el lugar tomó para sí el nombre de los dos primeros protagonistas de la historia local: Miguel y Esteban.
El nombre pues no viene de una duda (o Miguel o Esteban), sino de una certeza (Miguel Esteban) que fue progreso y florecimiento de la civilización toda.
Por hoy vale.

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