lunes, 14 de diciembre de 2009

Santa Olalla

Dicen quienes saben que el nombre de este pueblo se debe a la mártir emeritense Santa Eulalia. Al parecer la tal muchacha nació en el 290 y se enfrentó al gobernador cuando éste puso en marcha la prohibición de Diocleciano de que los cristianos pudieran adorar a su dios. Viendo el gobernador que no había manera de convencer a la moza decidió hacerlo por las bravas, a golpes de varas metálicas y quemando después sus heridas. Pero qué burro. Desde luego que la mató pero no parece que así lograra convencerla de nada.
Lo que uno no llega a entender es qué relación hay entre Santa Eulalia y Santa Olalla. Algunos sugieren que es la evolución lógica de la palabra: EuLaLia > OLaLla. En fin, quién puede creer semejante patraña.
Yo he indagado en el asunto y he descubierto el verdadero origen del nombre de este pueblo. La historia se remonta a muchos años atrás, cuando existía una persona de oficio singular que recorría las costas de la Península. Se trataba de un domador de olas. Este hombre causaba admiración en cualquier lugar donde ejercía sus habilidades. Decía: "olas, para allá" y todas las olas para allá; "olas, para acá" y las olas para acá. "Olas, arriba" y ahí se quedaban las olas, levantadas, en actitud de espera. El domador de olas era un portento, podía conseguir que las olas hicieran los giros más insólitos y hasta triples vueltas mortales antes de diluirse en el agua salada.
Pero con el paso de los años este hombre perdió el ascendente que tenía sobre las olas y éstas dejaron de obedecerle, y decía: "olas, para allá" y las olas se reían "ji ji ji", "olas, para acá", y se seguían riendo "ji ji ji".
Así que desesperado este hombre decidió abandonar su oficio y buscó un lugar alejado de cualquier mar, yéndose a vivir en donde hoy está el pueblo que nos ocupa. Allí construyó una casa (la primera del lugar) y se mantuvo separado del mundo. Pero se resistía a abandonar del todo su saber, así que, al parecer, había traído consigo una ola metida en un barreño y pasaba mucho tiempo intentando recuperar su dominio sobre ella, se ponía junto al barreño y, con un aro en una mano y una fusta en la otra decía: "Salta Ola ¡Ya!", y la ola, "ji ji ji". Y él insistía una y otra vez: "Salta, Ola, ¡Ya!", pero no había manera.
Y la gente que pasaba por el lugar oía el perseverante "Salta, Ola, ¡Ya!" y pronto el lugar fue conocido por SaltaOlaYa. Con el paso de los años a la casa del domador de olas se sumaron más casas, y pasaron las generaciones y se olvidó el verdadero origen del nombre del lugar, por eso, cuando alguien trató de explicarlo intentó normalizarlo o más bien darle un sentido razonable, comprensible, y no encontró mejor explicación que "Ah, vendrá de Santa Olalla y alguien lo habrá escrito mal..."
Y así se quedó. Una lástima, porque nadie parece acordarse del domador de olas, ni siquiera una calle o una plaza o una esquina o una placa hacen mención a su existencia.
Por hoy vale.

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