sábado, 3 de octubre de 2009

Carranque

Esta quizás sea una de las toponimias que más he estudiado antes de dar a pública luz. De hecho mis investigaciones me han llevado a visitar en repetidas ocasiones Carranque y sus alrededores y a profundizar en sus archivos y su historia.
Los hay quienes dicen que el nombre de Carranque proviene de un término celtíbero (carra-) que vendría a significar camino. Como si Carranque significara camino-anque, pero no tiene sentido, en ese caso la frase continuaría seguramente: camino-aunque-me-canse, y el pueblo se llamaría Carranquemecanse, y no es así. Por lo que desestimamos esta opción. Además, estos eruditillos del tres al cuarto que dicen que carra- proviene del celta o del ibero ¿cómo lo saben?, ¿conocen acaso algún celtíbero al que preguntar? Obviamente su propuesta se cae por sí sola (no ha de extrañarnos que entre sus defensores se encuentre mi contumaz enemigo Sandro Weltz).
Lo cierto es que si el rato que estos medio-sabios han dedicado a elucubrar fantasías lo hubieran dedicado a estudios sobre el terreno otro gallo les hubiera cantado (que no gallina, que a estos les cantó gallina).
Yo, sin embargo, en pro de la ciencia y el conocimiento hondo de las cosas he ido a Carranque, y he centrado mis estudios en su parque arqueológico, meca y cúspide del arte del mosaico romano en la Península y quizás más allá. Porque en Carranque uno puede ver los mosaicos más asombrosos del tardo imperio romano, los más asombrosos, grandes y mejor conservados. Y ahí reside el quid del nombre del pueblo.
Cuando en 1983 un mozo labriego descubrió, gracias a una conejera, un gran lienzo de mosaico romano enterrado, fue corriendo al pueblo (cuyo nombre no era el actual) para dar noticia del hallazgo. Gracias a su tozudez las fuerzas vivas del lugar (alcalde, cura, médico y maestro) fueron con él hasta el campo del otro lado del río. En cuanto el maestro vio lo que vio comprendió que aquello era un descubrimiento de la talla de Altamira, y se puso a dar órdenes: tú ve a avisar a la guardia civil, tú ve a llamar al ministerio de cultura y a patrimonio, tú avisa a... y finalmente dijo, yo me marcho a hacer también un par de llamadas, y tú, dijo señalando al mozo, tú te quedas aquí vigilando, y que nadie se acerque al mosaico, ya sabes, al que arranque una sola tesela le das un mamporro que lo dejas en el sitio. Y seguía dando grandes voces el maestro: al quearranque una piedrica se va a enterar.
Y contumaz, el mozo, de jarras, ahí se quedó, y cuando alguien (que las noticias vuelan en los pueblos pequeños) se acercaba a curiosear el mozo gritaba: al qu'arranque una piedra se va a enterar. Y de tanto dar voces al c'arranque, al c'arranque... que la gente empezó a llamar así al lugar así: ¿a dónde vas?, voy al carranque... y desde entonces, por ese nombre se conoce al pueblo.
Por hoy vale.

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