viernes, 5 de marzo de 2010

Trijueque

El origen nombre de Trijueque viene de la mano de un hecho histórico bastante singular y bien conocido que, por su peculiaridad, ha pervivido en la memoria y en la tradición oral de esta tierra y de tierras muy lejanas.
Hace mucho tiempo hubo un rey en el lugar, un rey de aquellos que llaman califas o visires porque eran de la arábiga época. El dicho rey tenía una hija que era su ojito derecho y que estaba en edad de casar, y para encontrarle marido el rey propuso unas justas que fueran justas y justamente dieran un justo marido. Pero sucedió que de entre todos los pretendientes que pretendían la mano de la muchacha había tres que descollaban sobre el resto, eran guapos, eran aguerridos, eran sensibles, eran inteligentes, eran, en suma, perfectos, y resultaba difícil elegir a uno sobre los otros.
En esa disquisición se encontraba la princesa cuando propuso a su padre que por qué no se casaba con los tres, igual que había hombres con varias esposas, pues ella sería mujer con varios esposos.
El rey dijo que eso contravenía la tradición y que para dilucidar quién de los tres sería su amantísimo esposo les iba a poner una prueba infalible, y esta fue que les dejaba un año de plazo para que buscaran y encontraran el objeto mágico más insólito y excelente que pudieran conseguir.
Los tres se despidieron de su amada y tras caminar un largo trecho (algo menos de un mes de camino en compañía) junto se despidieron en una encrucijada tomando cada uno un camino distinto y conviniendo en quedar en el mismo lugar al cabo de 10 meses.
Pasaron los meses volando y el día señalado se volvieron a encontrar, se saludaron efusivamente y tras charlar un rato largo preguntaron por los objetos que habían conseguido los otros.
Uno mostró un espejo y dijo que era mágico, que con sólo pedirlo se mostraba en él lo deseado. Vaya, buen objeto es ese, dijeron los otros dos.
Otro mostró una alfombra que tenía la virtud de volar y desplazándose velozmente por los cielos.
Maravilloso, exclamaron los otros dos al unísono.
El tercero mostró una pequeña botella que contenía un brebaje extraordinario que vertido en la boca de un muerto lo resucitaba.
Admirable, dijeron.
No parecía tarea fácil tener que elegir entre los tres. Pero eso no era su cometido, así que decidieron continuar el camino, pero antes, dos de ellos, los que no tenían el espejo, le pidieron al dueño del espejo mágico que les mostrara la imagen de su amada, para ver qué estaba haciendo en ese momento. Y al mirar en el espejo cuál no fue su sorpresa al ver que la princesa estaba muerta y siendo velada en esos mismos instantes.
Maldición, dijo el de la botellita, si estuviera allí podría resucitarla con mi poción mágica. Eh, dijo el de la alfombra, podemos estar allí en un momento, subid a mi alfombra.
Los tres subieron y rápidamente salieron volando por los aires. Y en menos que se cuenta llegaron al velatorio y medio a empujones consiguieron entrar donde estaba el cuerpo de la amada y allí, el del brebaje, se lo dio a beber. Y oh milagro, en ese instante la muerta resucitó.
El rey, feliz por el suceso, declaró que el pretendiente del brebaje era el elegido para marido.
Un momento, un momento, dijo el de la alfombra, que si no es por mi alfombra no habríamos llegado a tiempo. Tiene razón, dijo el rey, que se case con el de la alfombra.
Un momento, un momento, dijo el del espejo, que si no es por el espejo no nos damos prisa en venir y la princesa hubiera muerto. Es verdad, dijo el rey, que se case con el del espejo.
Pero la discusión era acalorada, no entre los pretendientes sino entre consejeros, ministros y en toda la corte, y en la calle, y en el país todo.
Padre, dijo la princesa, yo tengo la solución, dejadme que me case con los tres como os pedí, es claramente mi destino. Y el rey claudicó y así se hizo.
Y a los tres maridos se les conocía como Tres Jeques, y el lugar donde vivieron felices y comieron perdices acabó por ser conocido como Tres Jeques, y con el paso de los años, TriJueque.
Por hoy vale.

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